was successfully added to your cart.

Carrito

Vivimos en un ecosistema digital en el que los patrones de consumo han cambiado drásticamente: cualquier producto o servicio es objeto de una evaluación inmediata por parte de nuestros clientes. 

Muchas estrategias de transformación digital parten de la necesidad de innovar y adaptarse a un entorno competitivo, global y cambiante, donde cualquier error puede tener un elevado coste de reputación para nuestra empresa, y un reflejo inmediato en las ventas.

Desde una perspectiva organizativa, sin embargo, prestamos menos atención a la forma en la que hacemos las cosas. Muchas veces con afirmaciones del estilo de “en esta empresa, esto se ha hecho siempre así” o “esto es imposible cambiarlo”, que nos alejan de una definición correcta del problema que queremos resolver.

Afrontar los procesos de innovación en nuestra empresa

Thomas Alva Edison en 1881 nos dio a todos una maravillosa lección: el problema no era mejorar la tecnología que ya existía: la vela. El problema era generar luz. Y de forma concreta, cómo generar luz de forma más eficiente, duradera y asequible.

Y con esta misma idea debemos afrontar los procesos de innovación en nuestra empresa que nos permitan afrontar de forma correcta los retos reales a los que nos enfrentamos en plena era de la información.

Pero vivimos una época donde tenemos herramientas para hacer de todo, de forma sencilla, totalmente online y de características muy similares sobre el papel. Entonces: ¿cuál es la mejor herramienta para mi organización de entre todas las que tengo disponibles?, ¿cumplen todas con las funcionalidades que promocionan?, ¿funcionan bien juntas?, ¿pueden llegar más allá?

La respuesta genérica para todas ellas es: el conjunto de herramientas que mejor se adapte a tu problema o a tu necesidad, adecuadamente integradas. Pero, ¿conocemos la respuesta correcta a este interrogante?

Con las herramientas digitales sucede hoy en día como con la “infoxicación” en el sector de la información: un exceso de versiones no siempre precisas sobre un suceso cualquiera, que dificulta encontrar un registro de hechos veraz. Es lo que permite Internet: una gran cantidad de enfoques no siempre objetivos sobre todo lo que sucede a nuestro alrededor. 

Y con las herramientas digitales sucede un fenómeno parecido: tenemos una grandísima cantidad de ellas, y algunas, aparentemente, resuelven los mismos problemas de formas aparentemente diferentes.

¿Cómo elegir?

Definir de forma sencilla y corta los problemas permitirá disponer de un conjunto de potenciales respuestas también sencillas y cortas, sobre las que podemos trabajar. 

Después toca decidir de la mejor forma posible. Y aquí las herramientas digitales resultan críticas en el proceso: debemos probar varias que cumplan los requisitos de partida que hayamos definido y elegir aquellas que mantenga el problema simple, y ofrezcan una solución sencilla sin excesivas contemplaciones: si la herramienta que estamos evaluando hace más fácil un proceso, nos vale. Y si lo hace más difícil, no nos vale.

Podrás seguir el programa en presencial remoto, sin necesidad de desplazarte, participarás en la clase interactuando con profesores y compañeros.

Porque elegir la herramienta adecuada puede ser la diferencia entre que seamos capaces de diseñar una bombilla o un simplemente creemos una vela de aceite: las dos dan luz, las dos mejoran la vela de cera en rendimiento y eficiencia, pero desde enfoques totalmente diferentes y con una escalabilidad muy dispar.

Paco GonzálezProfesor Asociado de The Valley y CEO de Cartagon

Te puede interesar