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Carrito

¿Las conversaciones pueden resolver problemas? Tantas veces nos esmeramos en buscar soluciones en forma solitaria, adecuados más a nuestros propios recursos, sin saber que eso nos limita, corta las alas de la creatividad y muchas veces no es suficiente. 

Mi trabajo como coach ejecutiva es acompañar a personas que desean mejorar su desempeño o gestión y lo hago valiéndome de conversaciones para que descubran por si mismos sus oportunidades de mejora. 

¿Qué ocurre al conversar?

Exponemos nuestros argumentos, escuchamos al otro, las defensas y descargos de sus ideas y los posibles escenarios que plantea.  Hasta aquí todo está bien y fluido pero, ¿qué ocurre al llevarlo a la vida diaria?

La realidad, esa pared fría y sin textura que muchas veces nos encontramos, no da tan fácilmente la opción de trabajar en solitario en las respuestas y tenemos que ir a buscarlas en otros.  Así surge un intercambio que el ser humano ha realizado desde siempre y que en los albores de la humanidad se daba solo con señas y que se ha sofisticado hasta hoy con encuentros cada vez más cubiertos de aprendizajes y registros. 

Para conversar necesitamos un contexto y un propósito; no es necesario estar de acuerdo, pero sí querer llegar a un objetivo común que nos de un marco donde movernos y hacia donde dirigirnos. 

¿Existen las “mejores condiciones” al momento de conversar?

, esas condiciones que deberían estar garantizando un buen escenario para la conversación son el respeto y la escucha. Al respecto Maturana decía: “solo en el mutuo respeto es posible la colaboración y eso requiere escuchar”. 

Para la escucha es necesario el silencio, que se puede vivir en el ejercicio de la empatía de la escucha. Realice, nuestro lector, el ejercicio de caminar con una persona durante 15 minutos aproximadamente, y deje que el otro hable de lo que quiera, a su ritmo, a sus anchas y nosotros solo guardaremos respetuoso silencio, sin participar, ni responder, ni retrucar, ni realizar exclamación alguna, solo escuchar. 

¿Cómo se siente ese silencio? Yo aprendí que puedo mostrar interés con mis otros sentidos y que el espacio que dejó mi silencio fue una oportunidad para la otra persona; y que apareció ante mí, claro y transparente, un contenido que si yo hubiera estado preocupada de responder o pensando en mis propios argumentos no habría sido capaz de avistar.

El valor de la confianza

Ya tenemos varios conceptos relacionados a la conversación, estos son:  propósito, respeto, escucha, silencio.  A estos conceptos tendríamos que agregar el valor de la confianza. Esa sutil esperanza que tengo en que algo ocurrirá o será de la forma que deseo, ya sea en un futuro lejano o bien al sentarme esta tarde en un café a conversar con un amigo.

Con esta lista de “condiciones” cualquiera podría pensar que conversar sería un ejercicio pacífico, pero nada más alejado de la realidad. También puedo gritar rebeldías en una conversación (sin necesidad de vociferar), porque en las conversaciones encuentran su lugar las emociones y su expresión más lúcida.

Si unimos todos los elementos nos damos cuenta de que las conversaciones dan posibilidad para abrir otras conversaciones, para hablar lo que estamos dispuestos a dar o hacer por el o los otros, para hacer las peticiones y pedidos que consideramos relevantes, para hacer declaraciones sobre mi o sobre los otros, para emitir juicios, para mostrar y mostrarnos (Echeverría, 1994). 

Las conversaciones para generar otras conversaciones son un instrumento útil a la hora de llegar a acuerdos. Estas conversaciones propician el diálogo,  “que se enfoca en comprender “al otro”, en lugar de tratar de convencerlo de que tú tienes la razón”. (Fundación Nansen, 2020).

¿Cuál será el ingrediente que le falta a esta ecuación de conceptos que hemos revisado en el desarrollo de esta columna para apoyar las conversaciones que deben darse en el espacio de empresas y sociedad?  

Si buscamos en la historia del ser humano, nos encontramos con la práctica romana. Ellos, que sentaron las bases de nuestra experiencia de Estado y de los códigos que rigen nuestra vida civil, ¿podrían saber algo que a nosotros nos está pasando inadvertido? Puede que así sea.

Los historiadores estiman que gran parte de la fuerza moral de Roma para conquistar y civilizar el mundo se debe a las llamadas “virtudes romanas” Virtus, pietas, fides, disciplina, respeto, fidelidad a los compromisos, ese era el ideal romano. (Grimal,1981)  

De esta forma queda claro que,  para quien comience su vida profesional deberá incluir en su actuar las virtudes mencionadas en todos los aspectos de su vida.  No es baladí tomar esta decisión.

Podría decirse que conversar ya no es un ejercicio tan sencillo, ya que conlleva nuestras intenciones y la unión de tantos aspectos personales que nos muestran de cuerpo entero frente a los demás.  Por cierto, según Humberto Maturana: “ Las palabras crean realidades” por lo que la responsabilidad de crear realidades constructivas se basa en la correcta elección de las palabras que contribuirán a ello.  ¿Te gustaría que nos sentáramos a conversar?

Coach Ejecutiva, Speaker y Docente en The Valley Chile

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