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Estamos viviendo un cambio de era, no una era de cambios. Este no es un cliché, es la realidad que enfrentan las organizaciones en un mundo donde la tecnología, los datos y la inteligencia artificial se han convertido en los motores de la economía global. Sin embargo, en medio de tanta innovación y algoritmos avanzados, hay un factor que muchas empresas parecen subestimar: el talento humano.
Impacto de la digitalización en los nuevos modelos de negocio
En una reciente clase sobre nuevos modelos de negocio, exploré cómo la pandemia aceleró una década de transformación digital en apenas dos años, impulsando la digitalización de procesos y la necesidad de estructuras más ágiles.
Las empresas están dejando atrás los modelos piramidales y migrando hacia estructuras líquidas, colaborativas y, en muchos casos, híbridas, donde la línea entre humano y máquina se difumina. Pero hay un problema: la tecnología puede reemplazar tareas, pero no creatividad ni estrategia.
El verdadero impacto de los nuevos modelos de negocio no radica únicamente en la tecnología, sino en cómo ésta transforma las competencias requeridas y los enfoques para gestionar el talento.
Actualmente, la falta de compromiso de los empleados genera una pérdida de 7.8 billones de dólares en la economía global. Esta cifra, por sí sola impactante, evidencia una brecha alarmante entre el rápido avance de las tecnologías y la lenta evolución de las culturas organizacionales. (Fuente: Gallup State of the Global Workplace: 2022 Report)
Los nuevos modelos de negocio requieren algo más que digitalización: demandan personas capaces de pensar de manera disruptiva, adaptarse con rapidez y liderar en la incertidumbre. Y aquí está el reto. Mientras los gigantes tecnológicos y las startups absorben gran parte del talento innovador, las industrias tradicionales luchan por reinventarse sin perder su esencia.
Situación actual de la digitalización y los nuevos modelos de negocio
Estamos en un “Efecto Sándwich”. Por un lado, las grandes corporaciones, con sus estructuras rígidas y legados pesados; por el otro, las startups ágiles, libres de compromisos, y en el medio, un mercado laboral que busca autonomía, propósito y flexibilidad. La guerra del talento no es solo por contratar a los mejores, sino por diseñar entornos donde puedan florecer.
Es hora de aceptar que no se trata de elegir entre humanos y máquinas. Se trata de integrar ambos mundos en una simbiosis que permita a las empresas no solo sobrevivir, sino liderar el cambio. Para lograrlo, necesitamos líderes con visión, culturas abiertas a la innovación y un compromiso real con el desarrollo de las personas.
En este momento decisivo, quienes inviertan en talento serán los que marquen la diferencia. No podemos delegar el futuro en la tecnología sin reconocer que, al final, son las personas quienes le dan forma. Porque, aunque las máquinas procesen datos, solo los humanos son capaces de imaginar lo imposible.